sábado, 13 de marzo de 2021
Entrevista a Fernando Gracia, autor de la novela ''Rehenes del abismo'', (Distrito 93) en ACEC-WEB.ORG
Entrevista a Fernando Gracia, autor de la novela ''Rehenes del abismo'', (Distrito 93) en ACEC-WEB.ORG: Rehenes del abismo plantea un escenario en el que Cataluña se ha convertido en una república independiente tras ganar, en una segunda Guerra Civil, al Estado español. Fernando Gracia acaba de publicar esta novela negra distópica con la editorial Distrito 93 y también es autor de las novelas Un detective en la cocina (2013, Ediciones MTM) y La rebelión de las lentejas (2016, La Equilibrista Editorial).
miércoles, 24 de febrero de 2021
sábado, 20 de febrero de 2021
viernes, 15 de enero de 2021
lunes, 8 de abril de 2019
La gente idiota (relato)
Una
vez al año los de la agencia nos reunimos en la cafetería de un hotel cercano
para celebrar el aniversario. En realidad, lo que celebramos no es la Navidad,
es la supervivencia, un año más, de la empresa de detectives en los tiempos que
corren. Divagamos, planteamos, elucubramos, debatimos e incluso nos enzarzamos
tenazmente en discusiones de los más variopintas sobre cualquier tema u
ocurrencia de actualidad. A veces la discusión dura días. Los agentes de mi
empresa de investigación son de todos los colores ideológicos, calibres o
tendencias. Se podría asegurar, por tanto, que el debate y la controversia
están asegurados en cada reunión. No es que los temas estén programados.
Simplemente salen espontáneamente. Y éste fue el caso del fin de semana pasado.
—Por lo que veo aquí, la mayoría de los
agentes atribuís el problema directamente a los políticos inútiles y meapilas,
con sus leyes permisivas para con el grupo social afectado de menas y moros de acogida, y esas leyes tan
demenciales que muchos catalogan como arbitrariamente indiscriminadas y
buenistas. Pero en el fondo falsamente progresistas y, por el contrario, excesivamente
irresponsables. Es decir, que, debido a un acuerdo internacional con Marruecos
por parte de un gobierno irresponsable, estas leyes demenciales permiten la
entrada, sin discriminación alguna, de muchos delincuentes comunes, gente de
malvivir, mucha chusma, o sencillamente gentuza del hampa, entre el personal
que se acogía, dando por ello cabida a lo que se suele denominar la purria insociable y demás escoria de
guetos o caldos de cultivo de toda índole de criminales. Podrida, en su
extracción temprana, esta carne de prisión, lejos de buscar la socialización y
la integración en el país, huye más bien de sus respectivos países por
diferentes razones de ilegalidad, entre ellas el afán de lucro a toda costa, la
pertenencia a mafias de trata de personas o la delincuencia común. Estas mafias
ven en España muchos puntos a favor accesibles para prosperar y cometer toda
clase de atropellos, debido justamente a estas leyes tan estúpidas de este pueblo botarate, según ellos tonto perdido, además de que las
condiciones carcelarias, como sabéis bien, en caso de ser cazados por las
fuerzas del orden y condenados por la justicia, están hechas para darles una vida
de lujo a todo tren, incluso allí, a cuerpo
de rey y, según manifiestan luego en su país, casi hoteleras, de lujo, sobre todo a causa de las pingües ayudas sociales
a los colectivos con hijos en situación de delincuencia común y supuestamente
sin recursos, todo lo cual representa para ellos, acostumbrados a una vida miserable,
unos incentivos inexcusables.
Hubo un momento en que los ánimos estaban
tan caldeados que varios agentes insultaron a Pereira como en broma. También la
cerveza tuvo su culpa, y las horas que llevábamos allí, discutiendo un problema
complejo sin llegar a ninguna conclusión. Al final, unos querían cambiar los
políticos, otros las leyes. Algunos hablaron de educación y de años de
rehabilitación y cambios sociales de verdad. Unos pocos más de otros asuntos
también importantes. Sólo Pereira se mantenía en sus trece y se atrevía a
abordarlos sin ningún tapujo. La mayoría lo tacharon por eso de facha y de
nazi, y otros de racista. A mí, Pereira, me dejaba de pasta de boniato. Pero me
caía mucho mejor que los otros, que querían hacerse los buenos. Sobre todo,
cuando dijo:
—¡Mételos en tu casa, puto cabrón! ¡Ya
verás lo que duras tú y tu familia! Sois una pandilla de capullos. Me gustaría
veros en la piel de esa pobre chica. El padre no es ningún delincuente, García.
Sólo quiere hacer justicia, ya que por lo visto no la hay. Vosotros mismos lo
reconocéis. ¿Entonces, qué…? ¿Qué mierda tendremos que hacer al final, ir a la
caza del morito bueno y violador y
castrarlos como hacen en algunas sociedades antiguas? ¡A esos bastardos los
tendrían que castrar, joder, buenistas de los cojones, esto no se puede
arreglar como se está haciendo, esto sólo lo comprenderéis cuando violen a
vuestras hijas y a vuestras esposas, capullos, ya, joder…!
Todo el mundo, ante su divertida indignación,
irrumpió en una sonora carcajada, como si Pereira fuera un niño cabreado que se
enfurruña sin motivo válido. El estruendo en el hall de la cafetería fue
espantoso. Pereira hizo un gesto de indignación contenido, como si estuviera a
punto de recoger su chaqueta y dejar el lugar sin más. García, un tipo muy
seguro de sus creencias, parecía regocijarse con el ridículo de su amigo.
Estaba repantigado en los amplios divanes del local y la expresión de su cara
denotaba cierta satisfecha determinación, un aire de terquedad de los que
siempre parecen muy sobrados en casi todo.
—¡Qué no tienes razón, coño, que te calles
ya! —y reía con altanería delante de todo el mundo, precisamente por eso.
Pereira lo miraba con animosidad, pero se contenía por no llegar a los
insultos—. Pero cuéntanos, cuéntanos, racis…, Pereira, cuéntanos un poco cómo fue
el asunto éste del padre de la víctima. Qué te pidió, cómo lo hizo…
—¡García, ya te lo contaré, pero hoy no!
¡Anda, que te den por el culo, tío mierda!
En ese momento hubo un conato de pelea.
García se agitó unos segundos, herido en su pundonor, haciendo ademán de
levantarse para encararse con Pereira. Pero su peso se lo impidió, y supongo
que también su estado de ebriedad. Pereira, por el contrario, se levantó
tranquilamente y se alejó del grupo como si ya no los conociera, y se fue hacia
la barra del bar. En honor a la verdad, tengo que decir, que el resto de los
colegas, en realidad, la mayoría, no se lo tomó tan mal como ellos dos,
sonriendo la mayor parte, y quedándose pensativos y satisfechos los otros, como
si para nada se hubiera roto el ambiente de buen humor y chascarrillo que
reinaba antes. Como si en fondo a ninguno le importara el asunto de verdad.
En ese estado me encontré a Pereira en la barra.
Viendo su evidente enfado, le invité a un cubalibre. Parece que conmigo se
acabó de desahogar, pero por lo menos su tono había cambiado ahora. Y como si
se arrepintiera del espectáculo de hacía unos minutos, me concedió que lo
sentía.
—Escucha, Jonny: ¿Sabes que ese hombre me
ofreció dinero por cazar a esos hijos de puta? Sí, tal cual te lo estoy
diciendo, me ofreció dinero para hacer justicia por su cuenta. Están
desesperados en la familia. El padre está reconcomido por la rabia, el dolor y
la impotencia más acuciantes. El rencor los consume y es comprensible. Se
sienten abandonados por toda la sociedad. Ni los apoya la sociedad, ni los
medios. Ni siquiera nosotros, los polis ni mucho menos los del juzgado, que los
sueltan enseguida. Este país no es serio, parece Isla Fantasía, o Flipilandia,
Es descojonante. Esto no debe de pasar más que aquí. Encima las televisiones
los protegen por ser moros, ¿te das cuenta, eres consciente de lo que está
pasando en este país? Los dejan sueltos, tío, los dejan libres para que sigan
delinquiendo, y ellos se parten de la risa, no se lo pueden creer. La cosa
promete. El padre dice que antes de que lo hagan otra vez, antes de que ni
siquiera se les pase por la cabeza, él dará con ellos. Exagera, delira, claro… Puede
que no lo consiga, puede que no llegue a tiempo, pero lo va a intentar. Eso sí
que lo sé... Ellos no, ¿qué coño está pasando en esta sociedad, Jonny? Parece
como si un virus de la estupidez y la maldad lo invadiera todo y hubiera
colonizado la mente de la sociedad. La gente no quiere saber nada. ¿Sabes que estos
delincuentes tienen un juego?, no recuerdo cómo se llama… Ah sí, se llama Taharrush. ¿Sabes que el Taharrush
consiste en violar mujeres infieles, mujeres que ellos suponen cristianas y a
las que, según ellos, por tanto, tienen todo el derecho de violar cuando les
apetezca, como en la mayoría de las guerras? Un juego muy tradicional entre
ellos, de la época de la Edad Media. ¡Cuánta cultura, verdad! ¡A esto también
le llaman cultura y religión!
Así continuó un rato más. Lo había estado pensando a lo largo de las horas en que estuvimos allí en la barra, y nada podía salir mal. Le dije mi plan muy seriamente, paso por paso. Él accedió, al final. Aunque al principio no se había querido involucrar, finalmente asintió:
—Escucha, Pereira: me has convencido. Esto
ya es una cosa personal, nada detectivesco. Somos humanos, la paciencia tiene
un límite. Vamos a ir a por esos hijos de puta, vamos a acabar con ellos.
Sabemos dónde están. En el barrio donde viven, cerca de la casa que han
ocupado, no paran de pavonearse, y desde que los soltaron y saben que son
impunes y se salen con la suya, se ríen de todo el mundo; sus mofas no pueden
ser más descaradas y arrogantes, y la gente les teme tanto que los respeta.
—Las cosas, o se hacen bien, o no se hacen.
Estoy de acuerdo, hablaré con el padre de la chica.
Y así se hizo. Han pasado muchos años desde
que escribí lo de arriba. Al final no nos pillaron. Creo que ya no lo harán.
Pereira, el padre de la chica y yo, una tríada infranqueable. Por una vez se ha
hecho justicia. La vida es así: donde las dan las toman. Los cogimos con las
manos en la masa, los acorralamos y sujetamos como debería haber hecho la justica
inexistente. Esos bastardos, cuando los acorralamos, ya no reían ni festejaban,
ya no era el tiempo en que abusaban de su fuerza ni de su número. Algunos
gañidos cobardes, nada más, como los del perro de presa que es atrapado y
descuartizado por el leopardo, que se ha colado en la casa de montaña subrepticia,
inexorablemente…
Puede que ahora a esos castrados
minusválidos, los más progres del país, les den paguitas y los mimen como recién
llegados gloriosos, los que se consideran excelsos y buenos, los tratarán como
a los mejores huéspedes sin haber confirmado sus antecedentes legales. Puede que
ahora los bien pensantes de los demócratas
auténticos, que dejan que violen a las hijas de los demás, los cuiden mejor
y los amparen en esta sociedad de mierda, pero por lo menos violar, lo que se dice violar, esos bastardos no lo harán más.
Por el recuerdo que hace la asociación mental de ideas, la verdadera educación.
Seguro que García no tendría ni puñetera idea de esto, si se lo preguntaran
alguna vez, incluso si sufriera en carne propia el oprobio más grande sobre la
faz de la tierra. La gente ésta idiota, tan demócrata y solidaria con el crimen,
no aprende ni con esas…
Fernando Gracia Ortuño
martes, 2 de abril de 2019
Una especie de mafia
Había
pasado la mañana en el gimnasio del barrio, en mi ciudad, Barcelona, haciendo
cardio y sudando como un pollo; así que estaba considerablemente reventado. En
los vestuarios, un reducido pelotón de filósofos se había enzarzado en una
trifulca ideológica sobre el existencialismo de Sartre y Camús, comparándolo
con el Vitalismo de Nietszche, y toda aquella algarabía de gritos y acusaciones
verbales mientras se cambiaban, pululando frenéticamente de un lado a otro del
inmenso vestuario, replicando y aludiendo a todo tipo de nombres extraños, me
había acabado afectando a los nervios. Así que salí a la calle escopetado, con
el ímpetu irreprimible de un poseso. Apenas pude escuchar el saludo de la
secretaria en el mostrador, aludiendo en broma, como siempre, a mi profesión:
“Hasta luego, detective”.
Llegué al despacho de la Gran Vía sobre las
cuatro y media. Alta, rubia, de aspecto juvenil, la nueva clienta estaba
esperándome en el hall de la entrada. Ya habíamos estado hablando por teléfono
el día anterior, por la mañana. Parecía muy angustiada. La saludé, tratando de
infundirle ánimos. Apenas si me respondió. Subimos por el ascensor hasta el
ático. Su expresión preocupada no varió en todo el recorrido. Cuando llegamos
al despacho le ofrecí café. Lo rechazó. Ya me había contado a grandes rasgos el
motivo de su consulta. Ahora había que entrar en detalles. Se puso a hablar de
pronto, con cierta premura, como sin venir a cuento, en cuanto se sentó al otro
lado de la mesa de mi despacho:
—Escuche, no tengo mucho tiempo. Ya le
conté ayer lo ocurrido. Mi hijo ha hecho una locura, me llamaron del hospital
hace unos días. Se había tomado unas pastillas. El caso es que había estado contándome
tiempo atrás algunas cosas ocurridas en su trabajo. Creo que le han estado
gastando alguna broma pesada. Cuatro hijos de puta bien colocados. Él no se lo quiere
creer jamás. Nunca se imagina nada raro. Cosas de parejas sucesivas, historias de
novias, roces, amoríos y rupturas que a mí jamás me hubiera contado, pero de
los que me he acabado enterando por medio de una amiga que trabaja allí. Todo
esto que él imprudentemente iba contando en el trabajo, tal vez pensando que
estaba en presencia de algún amigo, no suele ser habitual. Y yo, que si una
cosa he aprendido en esta vida es que en el trabajo no hay amigos, le hubiera
podido aconsejar, pero a mí no me ha escuchado nunca. Estoy convencida, por
otro lado, que le habían estado haciendo la vida imposible, por las cosas que
me contó mi amiga. Las burlas, las ironías. Se había convertido de la noche a
la mañana en una especie de hazmerreír recurrente en esa cocina de hospital.
Pero todavía no le habían mordido con la bellaquería que es capaz la gente. Se
rebeló finalmente, hace unos meses, agrediendo a uno de estos energúmenos. Se
liaron a tortazos o empujones, no sé bien…. Desde entonces no ha parado de
tener problemas. Es más, se le han incrementado, sin que él sea del todo
consciente. Porque se imagina que la vida laboral es como en el colegio cuando
era niño, y que las cosas se olvidan fácilmente. Y no es así. Se burlan en su
propia cara, con lo bueno que es… Ahora más, claro. Le hacen el hueco, no le
tratan como al principio, le dan los peores trabajos por la bronca que armó, lo
cambian de sitio a cada momento, sin decirle bien lo que tiene que hacer, lo
sobrecargan de faena, hablan a sus espaldas. En fin, que como desde hacía un
tiempo lo estaba pasando mal por culpa de sus desengaños amorosos, (y encima lo
contaba todo en el trabajo a modo de desahogo, sólo por ver si alguien le podía
aconsejar, o ayudarle tal vez a encontrar pareja), esa gentuza se empezó a
ensañar todavía más con las bromas, mofándose de él implacablemente, con lo sencillo
y bueno que es. Se cachondeaban de él siempre que aparecía, le comenzaron a
lanzar indirectas del tipo más soez, se burlaban de sus carencias afectivas, le
recriminaban, sobre todo, el que buscara pareja por internet, o que se fuera a
otros países por reclamos de alguna mafia de estas que salen en los telediarios.
Con él, en poco más de un año, todo se convirtió, del buenrollismo y la broma
del principio, a la burla y escarnio más despiadados y crueles de hasta hace
poco. Sin embargo, este no era el único problema. El problema principal era que
él le quitaba hierro al asunto. Se lo echaba en cara a sus propios errores, que
no podía evitar. Estoy segura que piensa que el irremediable es él. Pero no debería
contar esas cosas. Lo cree un momento, pero enseguida se le olvida, en cuanto
vuelve a verlos y siente la necesidad de hablar. Se imagina que ese alguien es
el más apropiado. Al final lo tengo ingresado en urgencias. Está
desintoxicándose por unas pastillas. La trifulca estaba esperando, y una vez
que se reveló ya no había vuelta atrás. Hizo que la cosa se pusiera cada vez peor.
Se multiplicaron las burlas, los escarnios, las mofas, todo lo malo… En fin, me
gustaría denunciar, pero no sé qué se podría hacer. Créame, se enfrenta cada
día a una especie de mafia, una mafia muy difícil de incriminar, como
comprenderá, porque él no lo sabe.
Tanta información de golpe, a pesar de conocer
el asunto, me apabulló durante unos instantes.
—Sí,
lo sé perfectamente, pero déjeme pensar… Escuche: ¿No le importaría que me
introdujera en esa cocina para obtener pruebas y luego llevarlas a su abogado?
Creo que se podría ganar el caso, introduciéndome en esa cocina para conocer el
ambiente y recabar todas las pruebas irrefutables. Tengo un contacto en
Inspección Laboral que me conseguiría un contrato sin mucha dificultad.
Trabajaría allí unos días, si fuera preciso. Como uno más.
—¡Ah! ¿Se puede hacer una cosa así? —me
preguntó, alegremente sorprendida—. Iría de fábula, por supuesto que sí…
Parece que la tristeza y el mal rollo de
hacía escasos minutos se le habían desvanecido de la cara como por arte de
magia. Me alegré por ella, sobre todo cuando vi el fajo de billetes de los
honorarios delante de mí. Me despedí de mi cliente mientras la contemplaba
sonreír. Enseguida llamé a mi contacto de la Seguridad Social. Todo se solventó
en menos tiempo del que pudiera imaginar. Desde Inspección me comunicaron
además que estaban al tanto del proceso legal levantado y que en breve se
iniciaría el procedimiento reglamentario.
Cuando llegué a mi nuevo “puesto de
trabajo”, una cocina inmensa y llena de personal de todo tipo y categoría, enseguida
me di cuenta de que allí la peña no hablaría ni aunque le retorcieran la nariz
con un tornillo mecánico mientras le sacaban la piel a tiras con unas tenazas.
Era un gremio demasiado cerrado, lo sabía, no se comprometería nadie. Así que
tuve que recurrir a mis dotes dramáticas. Primero me puse a hacer un poco el
payaso. Se me da bien contar chistes. Desde siempre. La gente aquélla,
pulcramente vestida de blanco y con gorritos y calzados al uso, comenzó a
fijarse en mí. Tenía que encontrar un aliado, una especie de cómplice en los
primeros días de batalla. Me corté ligeramente un dedo con el cuchillo de
cocina en un despiste, y lo aproveché para llamar un poco la atención del
personal. Así que me puse a hacer grandes alharacas al respecto. Pobrecito de
mí, parecía que casi estaba a punto de desmayarme. Se reunió un buen número de
curiosos, esperando tal vez que me hubiera hecho un buen tajo, o por lo menos
que me colgara alguna extremidad. Enseguida vino el encargado, un tal “Tonino”
al que todo el mundo llamaba “Mascarpone”, y me tiró unos apósitos de muy mala
manera, supongo que para que me curara. Bufaba más que hablaba, se notaba su
descontento con el nuevo. A él no le
pregunté nada, sólo me dispuse a curarme y continué picando cebolla sin
dirigirle la palabra y como si semejante imbécil no hubiera existido jamás, esperando
que se largara lo antes posible. Cuando lo hizo, por fin pude desplegar mi
estrategia. Había dos ayudantes en el cuarto frío. Uno de ellos, el más grueso,
me pareció el adecuado, así que en el descanso me acerqué a él en la cafetería.
Pedí mi cortado mientras me situaba estratégicamente a su lado en la barra,
como el que no quiere la cosa, y después le solté de sopetón:
—¿Sabes que el Jordi se ha suicidado?
Dicho de aquella manera, lo pilló
desprevenido. Pero hizo una mueca a modo de sonrisa displicente. No pudo por
menos que sorprenderse. Era un hombre de aspecto rechoncho, dotado de una
mirada a la vez decidida y resuelta. Su voz era grave, como de barítono. Al
instante me preguntó cómo había sido eso. Se lo expliqué. Y luego él volvió a
preguntar:
—¿Estás hablando en serio? ¿Todavía está
vi…? —no acabó la frase, vi que desconfiaba. Entonces, cuando iba a añadir algo
más, le interrumpí:
—Bueno, no está muerto. Sólo en coma. ¿De manera
que no sabéis nada? ¡No me lo puedo creer! Acabo de hablar con su madre. ¡Qué
extraño todo! Pero… ¿Cómo le iba a él por aquí? Tenemos tiempo, ¿no?
—Tenemos media hora. Escucha, no sé quién
eres, me sorprende lo que ha hecho el tonto este. Suerte que sigue vivo, por
cierto. Pero es raro. Sus titis deben estar contentas. Te diré una cosa: en el
trabajo no se puede estar contando cosas de tu vida privada. Él siempre anda
presumiendo de todo tipo de esculturas que se liga por internet. Lo sabe todo
el mundo. Ya sabes, gente sin escrúpulos, mafias rusas, búlgaras o rumanas que
campan a sus anchas por aquí. Putas de medio pelo que le sacan los cuartos con
la mayor desfachatez. No sé qué tipo de persona se deja engatusar de forma tan
estúpida, la verdad. Es tonto de remate. Todo el mundo lo sabe, es un gañán que
tira el dinero en viajes al extranjero, organiza fiestas y orgías privadas, regalando
su dinero a prostitutas, dejándose robar a mansalva, y todo única y
exclusivamente por echar un polvo; que bien podría echarlo por aquí, joder, sin
necesidad de irse a la quinta puñeta a que le roben.
—¿Pero ha ocurrido algo últimamente? ¿Había
habido alguna trifulca con él anteriormente?
—Bueno, qué quieres que te diga... Es un
tipo raro, un bicho que anda presumiendo siempre de tener a las mejores chicas.
Enseña fotos comprometidas, morbosas, sucias. Luego lo dejan tirado, y claro,
rompe a llorar como un niño, el desgraciado, con casi cuarenta años. ¿Cómo es
posible que no se dé cuenta? ¿Será posible? La gente se ríe en su cara, no se
lo toma en serio. El otro día se liaron a guantazos por una broma relacionada
con una de estas negras que le había desplumado, e incluso le robaron el móvil
y casi se queda tirado en Nigeria, sin dinero, novia, ni pasaje. El tipo la
emprendió entonces a hostias con el Tonino, el jefe, que es un gilipollas de
mucho cuidado. Es un tiparraco que, si te llama chulo de mierda, gandul
o hijo de puta, haciendo ver que no
lo dice en serio, aunque lo diga, te tienes achantar, es como una broma, no
darle tantas vueltas al asunto. Si te dice tonto
del culo, chuloputas o pagafantas, pues ríete, joder, y
olvídalo... Que te dice retrasado mental,
pues ponte a hacer el mongólico, gritando como un loco, arma un escándalo de
cojones, vocifera como un subnormal y ríete con él de ti mismo, convirtiéndote
en tu propia caricatura. Pero no montes un espectáculo como el que montó él, por
el amor de dios, que aquí venimos a trabajar, no a montar un cirio del copón.
Luego encima va el tío y llama a la jefa suprema para hacerle un parte. Fue
descojonante, tío. Va el tipo y reúne a toda la magistratura oficial a fin de
que deje de llamarlo lo que le salga de los cojones. Joder, tío, pero si el
tipo se lo va buscando. Es un tipo raro, ya te digo. Quiere involucrar a la
gente, que den la cara por él, le apoyen y pongan la mano en el fuego por él.
Él, que no se dedica más que a remolonear y traernos problemas, y, lo que es
más: restregarnos a sus tías macizas por los morros, el hijo de puta. Ya te
digo, es un caso. Todo el mundo se ríe cuando aparece por aquí. Es el alma de
la fiesta, pero en ridículo y grotesco. Tanto en el careo delante de la jefa,
como en los testimonios particulares de después, tuvo, y tendrá siempre, las de
perder. ¡Claro! ¿Y sabes por qué?
—¡Porque es un chuloputas! ¡A que sí! Sí, pues, ¿sabes?: ha puesto una denuncia. Él
no, su madre —solté, sin más, como el que no quiere la cosa.
En ese momento los que teníamos detrás, más de diez oyentes subrepticios que
habían estado poniendo el oído a cierta distancia, con el ojo avizor en nuestra
tertulia espontánea, se comenzaron a manifestar de pronto. Los supuestos compañeros del sujeto éste, que, entre
expresiones de asombro, indignación, reproche y desquites de todo tipo, al
final, en lugar de compadecerlo, habían comenzado a insultarlo también al
unísono, con la mayor de las bellaquerías, así, espontáneamente, como si se
tratara de la bestia negra del sucio cuento maniqueo que acababan de montarse
entre todos para denigrar a su enemigo público número uno. Tanto fue así, que
hasta yo mismo tuve que poner pies en polvorosa, antes de que las acometidas
acabaran por afectarme, sin que tuviera en ello ni arte ni parte. Un griterío
vil e inhumano inundó toda la sala de la cafetería, (de unos doscientos o
trecientos metros cuadrados por lo menos), una monstruosa infamia de voces
altisonantes retumbó de pronto en medio de una tormenta de acusaciones odiosas,
insultos, amenazas de muerte y abyectas referencias que me colapsaron durante
unos minutos, quedando luego a mis espaldas, adheridas a mí como escupitajos repugnantes
proferidos por la clase de chusma más rastrera, en una carrera frenética de
huida hacia la calle, lejos, muy lejos, lo más posible, del aquél lugar infecto,
de locos.
Por suerte, pensé, tenía bastante material como
para empapelarlos. Lo había filmado todo, los tenía cogidos por los cojones, me
repetía una y otra vez, todavía indignado y nervioso por aquella tropelía de
insectos gigantescos que se había abalanzado sobre mí, como si de una alimaña
se tratara. Los vamos a empapelar, me repetía una y otra vez. Se lo hice saber
a mi clienta, cuando, ya repuesto, me llamó por la noche.
—Así lo haremos, con esta mafia de mierda —afirmó
ella entre risas—. Se van a cagar por
las patas abajo.
Fernando Gracia Ortuño
Copyright
viernes, 8 de marzo de 2019
jueves, 7 de marzo de 2019
Milagro divino
En un momento dado hubo un gran silencio en
toda la vastedad de la plaza, como si fuera a ocurrir algo muy grave de un
momento a otro. Como una extraña premonición, sólo se podía oír el zumbido de
las abejas, lo que aprovecharon los magistrados allí presentes para, subiéndose
a las balconadas papales del Palacio Pontificio, desde lo alto
del imponente púlpito, iniciar una perorata muy formal que a la postre
acabó con el dedo acusador sobre el reverenciado papa, excomulgándolo
formalmente. Esto nadie se lo había esperado, era demencial, sonó como un jarro
de agua fría generalizado, infame y bochornoso.
Sí, creanme: Interrogaron primero, para luego
acusar al sistema católico allí representado de fastuoso y lucrativo. Nadie daba
crédito, sonaron casi imperceptibles, desde el subrepticio silencio, los ohs y
los ahs asombrados de la multitud, era algo inaudito, las tímidas protestas de
la gente allí congregada no tardaron en transformarse en algo mucho peor,
levantando a la postre un revuelo ensordecedor que se fue extendiendo por las
calles adyacentes hasta formar un auténtico pandemonio.
Los comisionarios al final, en un acto de
lo más sacrílego, excomulgaron al mismo Papa electo tachándolo de lujoso,
junto con una inmensa tropa de cardenales pomposos que no daban crédito,
exorbitando mucho los ojos, y como negándose a formar parte de semejante
espectáculo vergonzante.
Yo miraba a la gente de un lado para otro
como enloquecida, me negaba a creer aquello que veían mis ojos, me los frotaba por
eso una y otra vez hasta coger una conjuntivitis, me limpiaba una y otra vez las orejas por si
lo que estaba escuchando era real, aunque sin dar verdadero crédito a lo que a
la postre, en realidad, tenía que reconocerlo, estaba escuchando realmente, no salía de mi estupefacción
e incredulidad. Pero por lo visto no era el único, porque la gente a mi lado
reaccionaba de las mil formas más extrañas y asombrosas que se pudiera uno
imaginar. Unos salían corriendo de allí escopeteados, otros comenzaban a
vociferar y parecerían buscar objetos para lanar contra los comisionados,
otros, por el contrario, se tumbaban riendo, estupefactos, como si lo que
estuvieran contemplando fuese una película de humor retorcido, estaban tan
sumamente sorprendidos de todo aquello que de repente se echaban al suelo repantigándose sobre las
escalinatas para después ponerse a comer palomitas con una sonrisa estúpida en
la boca, pareciendo del todo alelados, allí, comiendo palomitas, bebiendo y
riendo, mirándose incrédulos los unos a los otros, enajenados o irreverentes.
Tanta era su pasmosidad pastosa y etílica que llegaban incluso a carcajear.
Otros se enfurecían con las fuerzas del orden, pues lo consideraban a todas
luces una injusticia, y por eso empezaron a tirarle todo tipo de objetos a los
guardias armados, desde cascotes a vasos de bebida o botellas de plástico para
provocarlas.
Los comisionados, sin embargo, que esa
misma guardia protegía, comenzaron a interrogar a esa ingente cantidad de
prelados suntuosamente ataviados, acusadoramente, con altavoces y
megáfonos de mano, y el Papa, ocultándose entre las altos y lujuriosos
cortinajes de seda color púrpura parecía no querer hablar al principio, pero
teniendo que responder al final, les contestaba a cada pregunta, a
regañadientes, sumamente abochornado, intentando defenderse infructuosamente
con su respectivo megáfono. “¡Toneladas y toneladas de oro!”, retumbó en el
aire a través de los inmensos megáfonos colocados en todas las esquinas. El
abochornado Papa contestaba ahora como haciendo pucheros, y llegó un momento en
que, entre vítores y gritos acusadores, se puso a gimotear, llorando por la
humanidad; la mayoría de las veces lo hacía con monosílabos. "¡Sí,
no, bueno, es que, los paraísos
fiscales..., todo este tinglado ya estaba, sabe, desde hace... ¡puff!, la de
tiempo, pero no hay duda, que, efectivamente” “¡Se vive bien... claro!,
dignatario." sonaba bronco el altavoz, mientras el sumo Pontífice lloriqueaba
por el balcón. Entonces, como preso de súbita angustia, avergonzado en grado
sumo y sobrecogido in fraganti, no podía, no podía hablar claramente, eso saltaba
a la vista, se puso a berrear espantosamente a través de los altavoces, sin
darse cuenta.
Los comisionados y los magistrados de la
Unión Europea, en un momento dado, excomulgaron y arrestaron al Papa, en primer
lugar; y luego, después de dar la orden a los policías, con todas las
consecuencias de carreras y arrestamientos, tropiezos y caídas alborotadas,
detuvieron sin compasión a los demás prelados, cardenales y obispos allí
presentes. Todo sin mucho boato, claro. Cuando ya los hubieron esposado a
todos, los acusaron públicamente de cohecho y manipulación de bienes
humanitarios, y les expropiaron de todas esas ingentes riquezas y cuentas en el
extranjero, con el fin de cederlos a obras sociales en todo el orbe. De
hecho, sirvieron después para erradicar el hambre en el mundo, como enseguida se
supo por los medios de comunicación mundiales.
El estruendo en esos momentos en la plaza,
no obstante, se hizo insoportable. Hubo golpes y encontronazos violentos entre
los que se decantaban a favor y los que se declaraban en contra. Se hicieron
barricadas y muy pronto los contenedores estuvieron incendiados e hizo acto de
presencia la fuerza armada de élite y el ejército italiano. En un momento
dado, cuando se llevaron al Papa esposado, pude irme del lugar, con mucha
dificultad y tropiezos entre la multitud. La gente había acabado de
enloquecer y muchos aprovecharon la ocasión para festejarlo, emborrachándose
según era costumbre.
Esa misma noche apenas tuve tiempo de coger
un último vuelo hacia Barcelona. Cuando llegué a mi barrio, escuché, a través
de las televisiones de los bares camino a mi casa, entre miles de gritos y
coreos a la selección, que ésta acababa de marcar frente a otro equipo. La
multitud que se congregaba en los garitos se entretenía con el partido, bebiendo
cerveza y degustando las típicas tapas españolas, y en medio del tumulto, hasta
hacer temblar las paredes, un estruendo espantoso gritaba por todo el país
hasta romper los tímpanos. El Papa, seguramente, pensé, en esos momentos, estaría
meditando en alguno de esos calabozos de las comisarías italianas acerca de su
futuro más inmediato, a la espera tal vez de un milagro divino.
Fernando Gracia Ortuño
miércoles, 6 de septiembre de 2017
viernes, 4 de agosto de 2017
domingo, 26 de febrero de 2017
viernes, 2 de septiembre de 2016
La rebelión de las lentejas
Novela de humor satírico y burlón que ofrece, desde las primeras líneas, una panorámica ácida y crítica de la sociedad actual, bajo el prisma alucinado de una perspectiva privilegiada, la de alguien que no tiene nada que perder, y que, por eso mismo, no pretende ser unilateral, sino globalizada. ¿Qué está pasando con el paro y los salarios que se tratan de imponer? Y lo que es más: De los que tienen la "suerte" de tener un trabajo: ¿Qué condiciones de control y arbitrariedad irrespirable, amén de majaderas, se le impondrán? Aunque el tema de esta crisis, y por desgracia desde hace ya muchos años, es demasiado serio como para tomarlo a broma, sin embargo, como se suele decir, no hay mejor punto de vista que el de la sátira y las situaciones increíbles y kafkianas, los esperpentos endiosados y sus locuras e infamias verdaderas, para derrocarlo de una vez y construír sobre sus ruinas un mundo nuevo.
https://www.amazon.es/rebeli-n-lentejas-Fernando-Gracia-Ortu-o-ebook/dp/B01EX23DNQ/ref=tmm_kin_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=sábado, 25 de octubre de 2014
El fin del sistema planetario
El
ruido de la cañería recuerda al alargado y sutil sonido de las ballenas, cuando
se pierde en la inmensidad del océano, recorriendo miles de kilómetros,
con el lomo cuarteado por las heridas de las hélices de los barcos,
avanzando incansable hacia su destino, al otro lado del mar. Pero las ballenas
están en extinción, y yo, que estoy en mi casa, acabo de llegar de la misión
tecnológica mancomunitaria. El tecnócrata jurista que legisla desde
más arriba del Everest las nuevas disposiciones reorganizativas, -el que hace
avanzar el sistema burocrático tecnológico medioambiental-, y permite el progreso humanitario universal en el tercer, cuarto y quinto mundo,
ahora trabaja a marchas forzosas. Dice lo que está bien y lo que está
mal a los mass media, dispone, reorganiza y propone sugerencias. Hoy ha
promulgado dos ante proyectos de ley para delimitar el campo y ponerle muros al
viento, para crear nubes artificiales y estratificar el cosmos sideral a
voluntad. A tal fin el petimetre engominado ha desplegado un equipo de
profesionales expertos, han recortado en lo imposible los sueldos, según ellos siempre demasiado elevados, han
establecido los cánones de la funcionalidad, productividad y esquilmación a ultranza del planeta, dentro de lo parametralamente posible, unidos a
la explotabilidad de los acuíferos de la quinta puñeta planetaria, que ha de implementar y potencializar los logros en nuestro
globo terráqueo a fin de reorganizar con eficaces resultados el país mancomunitario a la perfecciónalidad de
recursos macrocromáticos e irisados de una nueva era, a la que con todas las
garantías, abandera y denominará "La era de los recursos ultra galácticos".
Si
como bien apuntan las directrices globalizadas de la Excelsa
Economía Asiática a Gran Escala, antes denominada simplemente "Proto
Esclavitud" o "Hasta Donde el Cuerpo Les Aguante", que
desde Gengis Khan, ya demostró en su tiempo su potencial expansivo, represor y globaliasfixiante, estamos
ante un resurgimiento de la Economía Global Extraterrenal, acompañado de un menoscabo del
cincuenta por ciento del sueldo general de clase b, y la triplicación del
esfuerzo y las exigencias requeridos para los puestos demandados en la
Confederación de Naciones Esquilmadoras Extingue y Luego Piensa. La Crisis y
los problemas medio ambientales de la humanidad confederada han pasado, pues,
según informan los organismos legales de información comunitaria, a
formar parte de la historia reciente del planeta Tierra Desierta, como sabemos, en
proceso de cambio climático, medio ambiental, y a la deriva del Sistema Planetario antes denominado Solar.
Fernando
Gracia Ortuño
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martes, 5 de agosto de 2014
El tiempo de leer una novela negra
Me gusta cuando presa de un irreprimible impulso la esfinge suelta su continente, despistada, desatando una limpia carcajada. Porque eso demuestra que alguna vez, aunque fuera hace millones de siglos, fue humana, o sintió algo sin ser plenamente consciente de ello. Esto, por otro lado, nos remite a la relatividad del tiempo en el mundo. Sabemos que todos estos momentos pasarán como la lluvia en las lágrimas de un Nexus seis de lo más peligroso y criminal, y en apenas 6000 millones de años, el sol desaparecerá, claro, llevándose consigo al sistema solar en su explosión. Incluso es muy probable que antes, mucho antes, o que no nos dé tiempo a salir del sistema echando chispas a más no poder en alguna nave espacial.
Por eso, antes de que todo eso suceda, lo mejor que os recomendaría sería leeros "Un detective en la cocina". No creo que el tiempo por eso deje de pasar, pero por lo menos no habrá pasado en vano durante un cierto tiempo...
Fernando Gracia Ortuño
domingo, 20 de julio de 2014
La carrera
Puedo verlos agitarse y saltar desde la rendija de la
valla. Se han hecho cruces bajo una hornacina, han orado devotamente, poniendo
cara de admiración, justo cuando ha sonado
una explosión. En cuanto han abierto la empalizada todos hemos salido en
estampida tras de ellos. Estoy asustado. Las primeras calles no estaban tan
confluidas, pero a partir de una curva el sonido y la agitación se han
multiplicado. Alguno de mis compañeros se ha puesto nervioso cuando les
sacudían el lomo con sus periódicos y esto ha incrementado la velocidad, otro
se ha caído contra los tablones y unas luces instantáneas nos han deslumbrado
en medio de todo el griterío. Hay gente por todas partes. En mi vida solariega
en la dehesa había vista tanto bullicio. Es todo tan novedoso y divertido.
Algunos bípedos vocingleros beben de unas jarras macizas y transparentes,
mientras otros se precipitan, festejan y ríen alborotadoramente, Los más van
vestidos de blanco y rojo con un envoltorio en la cabeza mientras se lanzan
como locos en pos y delante de nosotros. Nos persiguen, los perseguimos, nadie
sabría decirlo. Al final del recorrido, al entrar a trancas y barrancas en una
inmensa plaza arenosa, han empezado los lances alrededor. Gritos,
exclamaciones. Mugía fuerte rodeado de gente, pero nadie abrevaba, sino de esas
extrañas jarras relucientes. Parece como si el espectáculo los extrajera
fuera de sí mismos para correr y hacer lo que nunca hacen, sacudiéndose el aburrimiento…
Fernando Gracia Ortuño
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domingo, 6 de julio de 2014
El mojigato exorcista
Tenía como un hierro en la cabeza, con la forma de una cruz, lo notaba en medio de los entresijos de sus circunvoluciones mentales, porque esto a veces le generaba una presión intracraneal a punto de generar siempre una eclosión explosiva. Despuntaba. A veces sí... Y esa cruz no le dejaba pensar con claridad cuando veía un cuerpo desnudo. En efecto, por chocante que nos parezca, se volvía loco sólo por el hecho de pensar que ese cuerpo tenía órganos genitales, y esos órganos funcionaban, oh... se trastocaba, no lo podía soportar sin perder la paciencia. La cruz lo llamaba hacia regiones y cuevas del pasado, en plena Inquisición, cuando los censores más mentecatos e ignorantes gobernaban el mundo y asesinaron a mil millones de inocentes, por lo menos, bajo el pretexto de brujos o médicos hechiceros. Un día, en que casi se había olvidado de su hierro en forma de cruz en su maltrecho cerebro de maníaco sexual, vio una mujer desnuda por la calle, la miró con los ojos como órbitas elípticas desorbitadas, la vio salir como de una ducha, y la maldita cruz comenzó a despuntarle por el cráneo, pero esta vez de verdad, dando forma en su frente a unos cuernos de hierro fundido con el nombre del Salvador que un día todos crucificaron, justamente gentes como él, los hijos del mismísimo Demonio, sólo que él no lo sabía, y prefería sentirse Dios. En ese momento comprendió que no estaba loco, sino que se había reencarnado en el mismísimo Mesías, Nuestro Señor, El Salvador, sí, Él era Dios, nada más y nada menos, lo comprendió al instante al notar los cuernos de la figurilla plateada en forma de cruz que sobresalía directamente desde el interior de su cabeza cuadrada... No pensó por casualidad que había perdido un tornillo del crucifijo de metal incrustado en su cerebro de jabalín fáunico, no, pues no estaba "más loco que una cabra", sino que se le había aparecido, por ser tan devoto, el mismísimo Jesucristo -porque Dios si existía no tenía sexo, ni orinaba ni comía, pero como había visto aquella mujer en pelota picada y se escandalizó tanto que casi se puso a gritar de la manera más indecorosa en medio del gentío, se acordó que Él era la misma Resurrección Reencarnada, y que no estaba loco, como decían algunos vecinos: "más loco que una cabra", ni "como un cencerro", sino que simplemente ya no era mortal ni de carne y hueso como los demás, ni mucho menos estaba "como una regadera", como aseguraban otros. Pero, inexplicablemente, como todo o casi todo en él, en ese momento en que se dio cuenta que estaba aureolado por la divinidad, se lo hizo todo encima de nuevo, así, de repente, como cuando su padre le regañaba y su madre se echaba a llorar, se lo hizo encima por no querer reconocer que también los tontos mean y tienen pito... y no son justamente divinos... sino unas malas pécoras de cuidado. Recordó entonces cuando su padre de pequeñito lo zurraba y lo azotaba enloquecidamente con la correa cada vez que tan testarudamente se volvía a orinar y defecar encima, sólo por llevar la contraria a todo el mundo. Se lo hizo encima de nuevo, y siguió haciéndoselo una vez más, y otra y otra, hasta que todo olió muy mal a su alrededor y despertó en el centro psiquiátrico de su barrio, una mañana nubosa, en que la cama y las correas de la camisa de fuerza estaban totalmente infestadas e inundadas de un material, a su entender, Imperecedero, como él, El Espíritu Santo nuevamente venido a la tierra para salvarnos del mismísimo mal...
Fernando Gracia Ortuño
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sábado, 31 de mayo de 2014
El calzonazos
Estoy convencido que cuando vea la foto del perfil se
preguntará ¿Y ahora qué le pasa a este
payaso? No se ríe ni de broma cuando chateamos, pero si encima pongo esta
imagen sardónica… Desearía que se pudiera destornillar de risa alguna vez. Que una
mañana se despertara y fuera otra, más divertida y llevadera, alegre. Pero para
eso tendría que ser distinta, haber nacido con otro talante. ¿En otra región
más al sur? ¡Cuánto frío hace aquí! Es demasiado orgullosa. A la mínima se
poner a gritar. Confunde el carácter, la personalidad, con el orgullo
barriobajero. Por cualquier cosa ofende.
¡Y no le contestes! Sin motivo ya la tienes liada. Y sólo porque te entretienes
con el desayuno, por ejemplo. Es una convivencia difícil. Lo sé, me tendría que
haber buscado una más joven, más guapa y más divertida. Suerte que esto no se
lo enseño a nadie. Todo el mundo pensaría que soy un calzonazos y que me dejo
dominar por una mujer orgullosa sin un ápice de sentimientos como la ternura,
el cariño o el deseo. El deseo… ¿Cuánto tiempo hará que no…? ¡Sería un
desastre! Esto es descabellado. Voy a dejar de escribir un diario. Por más que
trate de ocultarlo, lo encontrará, lo sé. Es que me puedo meter en un buen lío
con una mujer así. Soy como soy, vale. Sin embargo, no lo puedo remediar. Sí,
tal vez es cierto que soy un amargado dominado por su mujer, como dicen, y que
no tengo remedio. Cuando veo por la calle una de estas bellezas de bandera
pierdo el sentido. ¡Cuánta clase tienen en comparación con mi orgullosa
mandona! Pero me estoy empezando a hartar, saben. Esto no tiene sentido. ¿Por
qué no la abandono de una vez? Ahora podría coger las maletas, ¡exacto!, en
este hotel donde estoy alojado, y largarme de buenas a primeras a otra ciudad, echando
chispas, allá adonde jamás podrá localizarme. Lo tengo todo para huir. Y tan
bien. Empleo de comercial ejecutivo, coche, ropa, ordenador. ¿Qué más? ¡Valor!
¿Pero entonces…? ¿Cuánto tardaría en encontrar otra para las sesiones? ¿Dónde
encontraría una fiera experta en sadomasoquismo que me fustigara como una loca todas
las noches con su traje de cuero y su voz de cazalla? ¿Y esa máscara? Ah! ¡Esa
máscara tan...! Sólo de pensarlo…
Fernando Gracia Ortuño
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viernes, 11 de abril de 2014
Yo conocí a Bolaño
Allá por el final de la década de los noventa, yo me hallaba pasando un mes de vacaciones forzosas en Blanes, en la Costa Brava. No sabía nada del lugar, apenas lo conocía, sólo sabía que tenía un promontorio muy turístico y espectacular llamado La Palomera, que era un pueblo de costa de antiguos pescadores muy bonito, y sobre todo que un amigo mío alcohólico tenía una apartamento allí frente a la playa. Bueno, la cosa, como diría Bukowski o Chinasky, pintaba bien. Lo malo, (y que yo no sabía por aquél entonces, pues nunca llegas del todo a conocer las intenciones y los ocultos motivos de un borrachín taimado y bregado en asuntos picarescos), es que la chica, que luego se convirtió en su novia, estaba allí, pero bueno, para el caso es lo mismo, puesto que lo importante en este asunto es que yo durante ese mes de paseos de la manita, besitos en la mejilla y otras historias, aquél mes, como digo, controlando los excesos alcohólicos de mi nueva amiga, conocí al mismísimo vate de las letras hispanas, el chileno de cerebro portentoso y genial Roberto Bolaño. Y lo que es más, hablé con él en un bar frente al paseo marítimo durante unos minutos. De literatura, por supuesto, ¿de qué podría haber estado hablando con él, si no?
Tengo que decir, llegados a este punto, que por aquél entonces ya era consciente del hecho de que quería ser escritor, y él también, por lo que pude comprobar después. No era muy conocido en el 90 y tantos, y como estaba discutiendo con mi ligue ocasional acerca de si los escritores malditos nunca son aburguesados ni convencionales hasta el punto de llegar a ser dogmáticos o beatos, Bolaño se echó a reír en algún momento desde una mesa contigua, y enseguida entablamos una conversación muy reveladora.
Tengo que decir, llegados a este punto, que por aquél entonces ya era consciente del hecho de que quería ser escritor, y él también, por lo que pude comprobar después. No era muy conocido en el 90 y tantos, y como estaba discutiendo con mi ligue ocasional acerca de si los escritores malditos nunca son aburguesados ni convencionales hasta el punto de llegar a ser dogmáticos o beatos, Bolaño se echó a reír en algún momento desde una mesa contigua, y enseguida entablamos una conversación muy reveladora.
Bolaño estaba escribiendo al mismo tiempo que hablaba conmigo y observaba a mi amiga de hito en hito, cuando levantaba la cabeza de la mesa, mirando un momento hacia el mar en el horizonte. Al cabo de un rato me dijo que iba a publicar en breve "Los detectives salvajes". Al momento me dio un vuelco el estómago, y le dije del título que estaba bien, pero que era una casualidad increíble, no me lo acababa de creer que le pusiera un título tan parecido a uno mío. El tampoco se lo creía, por eso le dije que no utilizara por favor ese título para su novela, puesto que ese título lo iba a utilizar yo en otra novela que pronto publicaría titulada "Los detectives salvajes gastronómicos", o "Los detectives salvajes cocinando almejas", y que esto tal vez eclipsaría mi título, que por ciento, todavía tenía en mente. Esto le hizo gracia al amigo Bolaño. Creo que pensó que le quería birlar por la cara el título de su novela, y por eso, después que le hube contado el argumento, me dijo que titulara mi obra "Un detective en la cocina" solamente, que le quitara todo salvajismo inútil, y que estuviera tranquilo que para cuando la publicara ya no habría peligro de asociación indebida. Tal vez alguien me lo copiaría en el futuro, pero que a fin de cuentas los títulos muchas veces eran lo de menos. Pero eso sí, que le pusiera "Un detective en la cocina" a la novela negra que quería escribir con semejante argumento, que no había peligro alguno por su parte..
Por supuesto le hice caso a pies juntillas. Y unos años después comencé a escribir mi novela, mientras me daba cuenta que la palabra detective estaba en muchísimos sitios y títulos de novelas negras y detectivescas. Pero el caso es que fue sólo hace unos años, cuando vi que habían hecho un programa de televisión con un título parecido de recetas de cocina para niños. Pensé que Bolaño me traicionó a la postre y le sugirió el título a alguien en Sudamérica, en Méjico concretamente... ¿Quién se pone a investigar en una cocina? La idea sólo se le había podido ocurrir a Vázquez Montalbán -y luego a mí-, quien por cierto nunca investigaba en las cocinas, sólo elucubraba mientras cocinaba su detective y quemaba bodrios en su chimenea de Vallvidriera. Sí, al final le hice caso a Bolaño, que tenía un gran sentido del humor, además de muy buen gusto con los escotes, y a pesar de que se me adelantó varios lustros con el título, plagiándome a priori quince años antes, y pese a que sus detectives eran tal vez incluso menos salvajes que el protagonista de mi novela, reconozco que tenía razón en una cosa: Y es que a fin de cuentas el título de una novela muchas veces es lo de menos.
Por supuesto le hice caso a pies juntillas. Y unos años después comencé a escribir mi novela, mientras me daba cuenta que la palabra detective estaba en muchísimos sitios y títulos de novelas negras y detectivescas. Pero el caso es que fue sólo hace unos años, cuando vi que habían hecho un programa de televisión con un título parecido de recetas de cocina para niños. Pensé que Bolaño me traicionó a la postre y le sugirió el título a alguien en Sudamérica, en Méjico concretamente... ¿Quién se pone a investigar en una cocina? La idea sólo se le había podido ocurrir a Vázquez Montalbán -y luego a mí-, quien por cierto nunca investigaba en las cocinas, sólo elucubraba mientras cocinaba su detective y quemaba bodrios en su chimenea de Vallvidriera. Sí, al final le hice caso a Bolaño, que tenía un gran sentido del humor, además de muy buen gusto con los escotes, y a pesar de que se me adelantó varios lustros con el título, plagiándome a priori quince años antes, y pese a que sus detectives eran tal vez incluso menos salvajes que el protagonista de mi novela, reconozco que tenía razón en una cosa: Y es que a fin de cuentas el título de una novela muchas veces es lo de menos.
Fernando Gracia Ortuño
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lunes, 3 de marzo de 2014
Entrevista a la escritora y abogada Jimena Tierra
Semanas atrás le hice esta entrevista a la escritora Jimena Tierra, que ha publicado una novela negra titulada "Equinoccio", y que nos va a hablar un poco de ella..
1) ¿Quién es
Jimena Tierra. ante todo? ¿Es tu nombre real, o un pseudónimo inventado?
Jimena Tierra es un pseudónimo que llevo
empleando desde que inicié mi carrera como escritora profesional, allá en el
2002. Es un nombre que me gusta especialmente porque recoge raíces de mi padre
y de mi madre, dos personas que me han apoyado incondicionalmente y a quienes
estaré eternamente agradecida por enseñarme a ser quien soy.
2) Háblanos un poco de tu novela negra: ¿Por qué
el nombre de Equinoccio?
Como sabes, la novela tiene como hilo
conductor el apasionante y desconocido mundo de las sectas satánicas. Estos
grupos valoran especialmente los equinoccios (en lugar de los solsticios) para
hacer sus rituales.
3) ¿De qué trata la novela?
La historia presenta dos argumentos
paralelos con una trama común. De un lado tenemos a Eduardo, un estudiante
abnegado e introvertido cuya curiosidad se ve incentivada por el atrayente
mundo del hedonismo. De otro, tenemos a un detective fracasado al que se le
encarga investigar el suicidio de un universitario.
4) Jimena,
estudiaste Derecho. ¿Te ayudó, el hecho de estar esta carrera relacionada con
temas jurídicos, a la hora de escribir “Equinoccio”?
Entre otras cosas, la carrera me ha
ayudado a esbozar algunos temas como el funcionamiento de las oposiciones a
judicatura, la presentación –a muy grandes rasgos– del sistema universitario o
la personalidad sacrificada y poco sociable del estudiante, aunque no trata de
ser una exposición determinante en el desarrollo del argumento. Esos
conocimientos han servido de medio para acercar al lector a los protagonistas
lo suficientemente como para que pueda identificarse con ellos.
5) ¿Qué aspectos de lo jurídico aparecen en el
libro?
El libro es una ficción inspirada en
hechos reales y trata de ser fiel al sistema jurídico español pero, como
comentaba, no suponen un fin sino un medio para el desarrollo de la historia.
No es una novela de corte jurídico, aunque acoge pinceladas del código penal,
el sistema de oposición a judicatura e incluso tintes de corte fiscal que
aluden a ya poco sonada estafa de forum
filatélico.
6) ¿Crees
que a los escritores de novela negra nos atrae el tema del mal porque en la
sociedad, justamente, hay poca justicia en general?
La Justicia no es más que un pensamiento
utópico inventando por los filósofos griegos. Sin embargo, no creo que el hecho
de que la Justicia no exista como concepto general –salvo concretas excepciones
que ahora mismo tendría que recordar– influya en el auge de la escritura o
lectura de la novela negra. La novela negra va in crescendo en la literatura contemporánea porque, a mi juicio, el
lector se ha vuelto especialmente exigente y necesita que ser sorprendido,
verse inmiscuido en una intriga de la que pueda participar e, incluso, sentirse
detective capaz de descubrir el desenlace antes que el propio protagonista.
7)
Siempre he pensado que la carrera de abogado es muy complicada y
comprometida, porque muchas veces tienen que defender a delincuentes confesos.
¿Te has encontrado alguna vez en alguna de estas situaciones tan comprometidas,
y no has sabido qué hacer? O siempre se pueden eludir tales situaciones…
La labor jurídica que yo desempeño no se
pone de manifiesto ante los tribunales, afortunadamente. Y digo afortunadamente
porque soy mujer de pensamientos arraigados y es muy posible que no fuera capaz
de defender a un delincuente en cuya inocencia no creyera, lo que limitaría notablemente
mi actividad laboral.
8)
¿Crees que el amor siempre tiene que ocupar un espacio bien definido en
una buena novela negra, como en el caso de los clásicos, como Ross Mac Donald,
Hammett, o Chandler?
Yo no iría tan lejos con respecto al amor.
Se trata de un concepto demasiado potente como para ubicarlo de forma
imprescindible en una buena novela negra. Hablaría, más bien, del pulso amoroso
o la tensión sexual, que no deben faltar en aras de fomentar o disuadir la
curiosidad del lector jugando con los estímulos, del mismo modo que en los
espectáculos musicales no es prescindible la figura del bufón introduciendo la
sonrisa.
9) Y ya que
estamos hablando de novelas negras, ¿por qué no nos aconsejas una para leer,
una que te gustó mucho?
Soy poco lectora de novelas negras. Puedo
correr el riesgo de dejarme embaucar por el argumento y apartar mi trabajo, si
tengo la sensación de que es mucho mejor que el mío, o perder la identidad de
lo que estoy escribiendo y verme alienada por el estilo de la lectura que haya
emprendido. No obstante, uno de los escritores que más me atrapan es Phil Kerr,
del que he escrito un artículo en la revista http://www.ihistoriarte.com/author/jimena/ y al que recomiendo
fervorosamente. ¿La novela que recomiendo? Si
los muertos no resucitan.
10) ¿Por
qué te gustó tanto esta novela?
Porque tiene una redacción original
plagada de metáforas sarcásticas, un estilo irónico y una pluma afilada que
pone en boca de su protagonista. Además, me encantan las historias
desarrolladas en la época de la Segunda Guerra Mundial.
11) Dinos
algún escritor que te ha marcado, tus preferidos, y alguna de sus obras que te
han gustado mucho.
Siempre le seré fiel a Miguel Delibes y La hoja Roja. Tengo un recuerdo muy
especial de cómo afronté aquella primera lectura, como una tarjeta de
presentación que me dejó tan impactada que, nada más acabarla, no tuve más
remedio que dirigirme a la librería para comprar todas sus novelas y no dejarme
ninguna de sus historias en el tintero.
12)
¿Tienes algún proyecto actualmente en cuestión de literatura?
Durante unos meses voy a experimentar un
importante parón en el terreno literario, pero espero proseguir muy pronto con
una novela en la que estoy inmersa y de la que llevo ya prácticamente toda la
presentación y el nudo escritos.
13) Me he
informado por ahí de que tienes un blog de literatura y reseñas bibliográficas:
¿Podrías indicarnos aquí la dirección web, para nuestros seguidores pueden leer
alguna de estas reseñas de obras clásicas?
Por supuesto, el blog se llama El invierno de las letras y su dirección
es : http://jimenatierraliteratura.blogspot.com.es/.
14) ¿Crees
que hoy en día es importante la publicidad de una novela?
Lamentablemente, la publicidad es más
importante que la calidad de la novela. Sí, es muy importante saber moverla. Ya
hemos visto que Ambiciones y Reflexiones,
de Belén Esteban, está en la cresta de la ola. El consuelo es que también lo
está El francotirador paciente, de
Pérez Reverte.
15) ¿Es
más importante la publicidad o bien la calidad y/o maestría de la obra?
Jajaja, no había leído esta pregunta cuando
he respondido a la anterior. Que la obra sea buena o mala no es relevante, lo
que verdaderamente importa es cómo se promocione. Ahí tienes a El hipnotista, de Lars Kepler, el
pseudónimo del matrimonio sueco Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho. A mi modo
de ver, una trama negra rebuscada descrita con un vocabulario falto de carácter
que, a pesar de sus limitaciones, ha atrapado a medio mundo e incluso se ha
llevado a la gran pantalla con un presupuesto exiguo.
16) ¿Por
qué crees que está pasando esto en la actualidad?
La mayoría de los lectores no busca
complicaciones, pero no creo que esto sea una cosa actual. La realidad es mucho más
difícil de sobrellevar de lo que pueda describir cualquier novela y el
aficionado a la lectura prefiere abstraerse en lugar de inmiscuirse, del mismo
modo que ocurre con las películas intimistas del cine español. Por ello triunfa
la audiencia de la televisión basura durante años. ¿Para qué leer Cinco horas con Mario y pasar una tarde
de libros y lágrimas? Resulta más cómodo evadirse en lugar de flagelarse, es
algo absolutamente natural. Sin embargo, me gustaría apuntar que no todo está
perdido. Autores intimistas como Javier Marías, Antonio Muñoz Molina o Enrique
Vila-Matas (por mencionar algunos) siguen gozando de un fabuloso y merecido
reconocimiento en el terreno literario contemporáneo.
Pues amiga Jimena, gracias por tu amabilidad, con esta última respuesta finalizamos por hoy las preguntas. Estoy encantado de haber podido entrevistar a una escritora
con talento como tú. Te animo a seguir escribiendo, y a continuar en contacto y
colaboración, y me despido hasta la próxima ocasión.
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