jueves, 23 de mayo de 2013

Suceden cosas tan curiosas

No lo entendería, si no me gustara tanto leer. Pero esto pasó tal cual lo cuento. A mí me encanta cierto autor de novela negra, pero sus libros están descatalogados hoy por hoy, no sé por qué. La atmósfera de sus libros la intentaron plagiar muchos, sin conseguirlo, porque él era único. En la actualidad priman un tipo de novela negra más light, entretenidas, para leer sin calada, de esas que sin tanta consistencia te lees de un tirón, pero luego a los pocos días nada recuerdas. 
En cambio las que escribía mi autor todavía eran densas, impregnadas de un cierto halo de melancolía meditabunda, entrecruzado por la acción, oníricas y difíciles de encontrar hoy, unas novelas que transmitían densidad, no sabría explicarlo, y se te quedaban en la mente para siempre, tramas y relatos estructurados de modo que lo esencial, su contenido de un universo trágico, no está constantemente rozando la banalidad absurda de estos días, en que las novelas se escriben como churros insípidos. Eso sí, best sellers indiscutidos... 
Pues un día me encontré tiradas en la basura casi todas sus novelas. No me lo podía creer. Estaban en una caja de cartón de súper, bien dispuestas. Lo que tanto me había costado buscar ya lo tenía frente a mí, como un regalo del destino. Cuando tantas novelas negras que no valen un duro se editan a espuertas, allí tenía yo las que tanto había buscado, las de mi autor favorito, descatalogadas, y a punto de ser trituradas por el camión de la basura.


Fernando Gracia Ortuño

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