martes, 29 de mayo de 2012

Cabeza

Los caballeros quedaron plantados uno frente al otro. Tras la feroz batalla, había tantos cadáveres en derredor que los lances estorbaban la pureza de la técnica. Uno de ellos se fijó en que el otro tenía la cabeza demasiado grande en proporción. Rio y murió de un ataque cardíaco

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

A diario

Lo peor no era que se zampara los entrecots. Ni que tirara la guarnición a la basura, por si acaso lo pillaban. Tampoco que colara el caldo, dejándo sólo los huesos. Lo peor venía cuando durante horas imitaba con voz amanerada la canción de los Pecos.

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

domingo, 27 de mayo de 2012

Franco vive

Franco vive
Ahora trabaja de mujer barbuda en un circo, junto a la mujer cañón, pero cuando era joven y lozana, con el pelo cortado a orinal, le gustaban tanto las faldas como hacerle la vida imposible a los niños, que, para cachondearse, la llamaban sor "Frankenstein"

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

sábado, 19 de mayo de 2012

Falso reflejo

-¡Ah, el amor, el amor...! -exclamó el cautivo, sin saber lo que decía-. ¡Si no va acompañado de hechos que lo manifiesten, y uno está rodeado de truhanes, es sólo reflejo de vanas palabras...!

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

viernes, 18 de mayo de 2012

Nexu-didáctics6

"Katea-dor7", el nuevo artilugio del "Plan Exodus" de la compañía "Emigra Corporation" contestaba a las preguntas del periodista sin sospechar que se trataba de un didáctic-6 disfrazado.
-Cateo Cibernético Oficial... -fuerons sus últimas reiteraciones antes de ser fundido en el desguace cósmico

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

jueves, 17 de mayo de 2012

El último Neanderthal

Representación

   La maestra abrió el examen del niño extranjero, sin creerlo, y con acento bretón, sin comprender, le preguntó:
-¿De verdad que lo que representa a tu país...?
-¡Mi padre dice que no es el jamón, ni los toreros, ni la paella...!
-¿Chourissos? ¿Embutidou?
-¡Pero no es embutido!

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

miércoles, 16 de mayo de 2012

Corazón contento


La operación había sido un éxito. Las carreras a ultranza de médicos y enfermeras, el estrés desbocado, habían estado a punto de perderlo varias veces, mientras soñaba con Blancanieves
-¡Explota explota mi co, explota explota mi corazón! –rompió exultante delante de la mirada atónita del equipo médico

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

martes, 15 de mayo de 2012

Retorno de lo mismo

Gilberto Ramplón, cuyo solo apellido y nombre ya bastantes dolores de cabeza le habían causado hasta la fecha, se acercó taimadamente, con mirar huraño e inquisitivo, a la mesa de trabajo número dos. Llevaba tantos años trabajando en la empresa que enseguida se olía los malos rollos. Sabía que su ayudante se estaba choteando por lo vagini en cuanto le vio. De qué, era un misterio, pero daba igual, ¡se estaba choteando delante de sus propias barbas!, y eso era suficiente para llamarle la atención bajo cualquier nimio pretexto que enseguida encontraría.
Efectivamente, lo encontró nada más mirar la mesa del ayudante y descubrir que no colocaba bien el material en las cajas prefabricadas. De malos modos, y tratándolo como a un principiante negligente, comenzó a reprenderle sádicamente como cuando a él de aprendiz le reprendían, atosigándolo hasta la exhasperación. Recordó fugazmente todas aquellas escenas de crueldad, y usándolas ahora como armas, acabó humillando al ayudante delante de los demás compañeros. Tal como habían hecho con él, exactamente con el mismo modus operandi.
Para sentirse mejor, sí, por si cuando llegaba se hubieran estado riendo de él a sus espaldas, de su nombre, y lo que es peor, de su mote, que sólo los eventuales, que duraban cuatro días, se atrevían a vociferar a todo reír, a mandíbula batiente, con escarnio y para callado regocijo generalizado.
Sabía que lo tenía en el punto de mira desde el mismo momento en que un día, hacía años, le contestó de tú a tú, como si los desmanes y tropelías y malos modos, como si las groserías y los insultos que le propinara tuvieran una respuesta no acorde con su posición de “novato”, y por el contrario se atreviera a rechistarle por encima de su amor propio, como un igual más, y no un inexperto, que es lo que pensaba Ramplón, también llamado “El derriba palés” por la mayoría de los trabajadores del centro comercial.
-¡Que eso no se coloca así! -le espetó de súbito a su ayudante, para ver si con los malos modos se revelaba y por un casual le contestaba mal, con el fin secreto de tener motivos para hacerle un parte de mal comportamiento a los superiores.
-¡Siempre se han colocado las cajas de esta manera, parece mentira que no lo sepas a estas alturas! -gritó con todo el desprecio que pudo reunir en su voz intrigante y cascada por muchos lustros de cazallas y carajillos, a primera hora de la mañana, en el viejo bar de su barrio.
-Sí, tiene razón, disculpe, ahora lo haré mejor… -le contestó el ayudante, mientras colocaba el material dentro de las cajas tal como “El derriba palés”, le había dicho-. Por cierto, tenga cuidado con el palé que tiene aquí al lado, señor, no vaya a derribarlo sin querer, y tengamos un contratiempo.
Por un segundo, mientras el ayudande esbozaba una sonrisa escéptica y triste, ”El derriba palés” lo miró a los ojos, sin comprender, y se acordó de cuando era un novato y todo el mundo se reía cuando derribaba los palés con el toro elevador, mientras sus jefes, como él mismo estaba haciendo en esos momentos, lo reprendían injustamente, sin compasión, fríos y con clara y calculada crueldad… Pero enseguida su idea en el recuerdo lejano cambió de rumbo, enfrascado como estaba en hundir a su rival sin la más mínima compasión.


Fernando Gracia Ortuño

lunes, 14 de mayo de 2012

Presentación del libro "Y digo yo"

El próximo día 25 de Mayo a las siete de la tarde, cerca de la Plaza Ibiza, en la biblioteca Horta-Can Mariner tendrá lugar la presentación, donde también se podrán comprar ejemplares del libro.

domingo, 13 de mayo de 2012

Terror incierto

                                       
   Me acabo de despertar. Apenas recuerdo cómo he llegado a este estado actual, ni desde dónde. Sólo compruebo que está todo oscuro. ¿Pero dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí y no veo nada y el silencio resulta tan abrumador? Es alarmante no saber dónde estás, ni nada de lo que has hecho durante el día antes para llegar aquí. Despertar en la nada oscura y absoluta Está todo inundado por la tiniebla, y no sé cuánto llevaré aquí, ni el tiempo que he estado inconsciente. No se puede ver nada.  Parece que ha pasado un siglo desde la última vez que desperté. ¿Dónde estaba entonces? En todo caso éste no es mi lugar.

   Pues estoy sorprendido al comprobar que todo apunta a que la situación comienza a desbordarse desde la nada. Y que está fuera de control por el miedo que comienza a inundar mi estado de ánimo paulatina e inexorablemente. No me acabo creer esta situación, ni de situar al cabo de varios intentos para encender la luz. Palpando el suelo, que es lo único tangible, la sala parece infinita, fría. Me pregunto infinidad de cuestiones, todas sin utilidad en estos momentos. Estoy convencido que podría estar gateando una, dos, o incluso tres horas sin encontrar interruptor alguno. Ni soñando hay luz aquí, pienso, ni ventanas. Por lo visto se trata de un cuarto oscuro inmenso, quién sabe en qué rincón del planeta, ni qué país o continente.

   Me incorporo, al cabo de unos instantes de indecisión, todavía perplejo, al darme cuenta de la situación tan inaudita, y al instante me golpeo contra algo indefinido que muy bien pudiera tratarse de un postigo, el cual me hace caer. Aturdido y desorientado por el testarazo, me levanto de nuevo, espantado. Las pulsaciones se me han acelerado también debido al enojo repentino. Trato de hacerme con la situación. Pero, para mi asombro, a la altura de un supuesto techo o alacena, vislumbro de pronto dos puntos rojos incandescentes que parpadean alarmantemente a escasos metros de mí. Mi corazón se desboca al instante en el avieso fulgor de esos ojos rutilantes. Sin poderlo controlar, horrorizado por semejante presencia insospechada, me quedo paralizado, tratando infructuosamente de recapacitar primero, pero retrocediendo después fatalmente, arrastrándome frenético por el suelo

   No puedo quedarme quieto en el frío pavimento, y sudando a mares, sin aire apenas en los pulmones, decido seguir arrastrándome lo más posible hacia atrás. De pronto el dolor de huesos se hace insoportable, y me levanto, decido caminar pese a todo, y al palpar tenuemente una pared imaginaria, procurando mantener el control y situándome frente al supuesto postigo, los ojos reaparecen y es espantos, horripilante Descubro de repente que  me están mirando fijamente, sin solución de continuidad, quedándose con todo detalle y siguiéndome allá donde me arrastro poseído por el horror. Como si esas ascuas tan pavorosas fueran humanas, después de todo, pensaran, planearan, y sobre todo observaran mis movimientos más nimios.

   Me siento por ello todavía más paralizado, cada vez más Me levanto. Y en un último intento por huir, vuelvo a caer, y me arrastro frenéticamente. Todo es infructuoso. He caído de espaldas por enésima vez, me tropiezo, vuelvo a caer, y me levando de nuevo. Entonces me doy cuenta, casi desmayado y sin resuello, que hay unas deslizantes formas indefinibles al lado mío, agitándose sinuosamente en la oscuridad. Al percibir algunas en la penumbra espesa y rojiza del cuartucho, no puedo por menos que proferir un agudo y potentísimo grito aterrorizado que retumba en la noche, formando en su propagación ecos sucesivos en lo que parece un espacio invisible y remoto.

   Con cautela, procuro acercarme a esas formas misteriosas en movimiento, intentando cerrar el postigo en mi avance. No hay un ruido siquiera. Cuando logro ponerme de nuevo de pie descubro horrorizado que a mi lado, pegados a mí, refulgen sinuosamente, como dos ascuas ardientes, los ojos ígneos que estaba buscando, que parecen haberse adelantado a mis intenciones. Con el mayor sigilo y sumo cuidado, giro mi cabeza hacia la izquierda, y atenazado por mis más profundos temores, mientras me observan  y escrutan pavorosamente desde el costado los ojos del horror más espantoso, me doy plena cuenta que. la tensión que me abate me está agarrotando por completo, impidiendo cualquier vía de escape, y disminuyendo mis fuerzas hasta la inanidad más absoluta.

   Ahora ya no se trata de respirar, pues no lo hago, sino que apenas esbozo algún movimiento mientras descubro la perdición más ineluctable. Ni mucho menos tratar de continuar imperceptible para la bestia inhumana que permanece inmutable a mi lado. Sé que en cualquier momento va a desencadenarse el peor y más espantoso de los finales, aunque no puedo determinar el momento exacto. Sumido entre tinieblas, en esta extraña e ignota demora, soy consciente que en décimas de segundo, milésimas tal vez, en que no podré siquiera sospechar el feroz ataque, su gruñido aterrador, potentísimo y salvaje, lo inundará todo de repente. Décimas de segundo inconcretas, instantes inciertos que del modo más truculento explotarán de súbito en la vasta oscuridad, inundando la noche, como otrora lo hicieran los inolvidables y misteriosos, magníficos aullidos del lobo…

Fernando Gracia Ortuño
Copyright

domingo, 6 de mayo de 2012

King Kong

El apabullante gorila, encaramado en lo alto del Empire State, arqueó su cuerpo, lanzando a la noche un gruñido aterrador. Los francotiradores aéreos apuntaban sus armas, zumbando como moscas en derredor suyo.
-¡Disparen por encima de la cintura, por Dios! Ese monstruo tiene a la chica montada a horcajadas sobre... ¡Menudo hijo de la...!

Fernando Gracia Ortuño
Coyright