El escultor acabó su trabajo prestamente. Se había propuesto plasmar la esencia de la belleza. Entre martilleantes formas sonoras, llevado por la inspiración, el frenesí del buril creo mil formas extrañas, estrellándose en la plaza de abajo sus criaturas, junto a la ambulancia que llegaba.
Fernando Gracia Ortuño
Copyright
Muy sugerente. La obsesión por la belleza puede acabar así, en desequilibrio mental o vital. Hay muchos casos. Eso me recuerda que me hace falta vacunarme, igual que contra la gripe...
ResponderEliminarUn saludo.
Efectivamente, Rafael... A veces la desesperación, por ejemplo, por la página en blanco, nos hace dudar... Pero no hay que desistir jamás
ResponderEliminarSaludos
Un buen micro y un buen consejo.
ResponderEliminarMe ha impresionado la forma en que se desarrolla esta historia de una obsesión, que acaba con la llegada de la ambulancia.
Gracias, Fernando.
Gracias a ti, María, por supuesto
ResponderEliminarAbrazo