Ellas lo amaban por lo que transmitía. La voz profunda emanaba del interior metálica y solemne, petrificando a los mortales. Sus ojos impávidos irradiaban intrepidez. Desde lo más profundo odiaban lo transible. Para este harén de vampiresas, que a un simple mortal hubieran despreciado, Él era la Vida.
Fernando Gracia Ortuño
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