Era una bruja imposible. Algunas la llamaban La botones, por sus ojos fríos azabache. Otras, más pelotas, Peluche. Éstas reían sus gracias con desvergüenza. De osito, empero, sólo tenía esos huecos espantosos, que, si los mirabas fijamente, te podían transportar al infierno. Un niño la vio y escapó horrorizado.
Fernando Gracia Ortuño
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