Siempre
lo reconocían en los aeropuertos, las chicas, que trataban de abalanzarse sobre
él para el autógrafo. Como era tan elegante y en las telenovelas fingía tanta
pasión, le identificaban inconscientemente con el amor. A lo mejor luego no
hubieran sabido qué hacer, pero la perspectiva las hacía soñar. Claro, esto
multiplicado a la séptima potencia por sus obligaciones, le sobrepasaba. No
daba abasto. Le hubiera gustado multiplicarse. Satisfacerlas, pero no podía
ser. Esto le hacía pensar: tantas fans ansiosas por conocerle mejor. Por fin se
decidió a viajar a un lugar remoto y paradisíaco oculto del mundo. La prensa
rosa no conocía su ubicación en el mapa. Había pasado un mes. Tenía que salir
del hotel a cenar. ¡Y ahí llegaba gritando una en el restaurante, levantando la
liebre…!¡No!, pensó ¡Otra vez la multitud encima, histérica. Los guardas le
tiraban de la ropa a la chica, hasta dejarla sin pantalones, pero ella
persistía tenazmente, como un jabato acorralado tironeando de él medio desnuda,
chillando. Luego, de vuelta a su habitación, pensó mucho en la fan aquella, y
que estaba aburrido en el hotel, antes de dormirse. Podía tener miles.
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