miércoles, 11 de abril de 2012

El domador

Hay que tener un par de narices para enfrentarse a ellos cada día. Huelen tu miedo, y están esperando la mínima ocasión para abalanzarse sobre ti cuando estás desprevenido. Ni el látigo ni el estoque que llevamos serían suficientes si tuvieran hambre. Me acorralarían y con sus artimañas bien estudiadas acabarían conmigo en pocos segundos.

Están acostumbrados, llevan millones de años en la sabana estudiando sus estrategias y poniéndolas en práctica frente a las cebras o los bisontes, que también han aprendido a sortearlos de mil formas diferentes.

Pero estos leones son especiales, me conocen, han aprendido a oler mi inseguridad, y si no fuera porque los conozco yo también y los he estudiado a conciencia, ya habrían acabado conmigo. Cuando abren sus fauces y empieza el show parece que saben la expectación que generan frente a su público, que los contempla impresionado y sin aliento, pero sin tener verdadera idea de lo que representa estar aquí dentro encerrado con ellos en una jaula.

Yo sí que lo sé. El día que nadie pudo evitar la tragedia, el público vibró de verdad, cuando devoraron a mi sustituto en un periquete. Por lo visto el mozo encargado de darle de comer por la tarde no lo hizo, porque tuvo que irse a un concierto en el Palacio de los Deportes. Yo contemplé las imágenes aterradoras por televisión. No dejaron nada del pobre domador, y todo frente a millones de personas que se quedaron heladas al verlo, y, lo que es peor, sin mover un solo dedo por la impresión. Claro, estoy cabreado porque me hubiera tocado a mí, de no ser porque también fui al concierto esa noche.

La negligencia del mozo de cuadras, que no le dio de comer a estas fieras, y lo que es pero, seguramente cuando se largó estaba pensando en algún ligue, el bribón. Porque ¡no me puedo creer que uno sea tan despistado...! Yo no sé dónde vamos a ir a parar con esta juventud que tenemos en este país. ¡Parece mentira que encima que ofreces trabajo en un circo, se toman sus obligaciones tan a la bartola...!





Fernando Gracia Ortuño        2004


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