miércoles, 29 de febrero de 2012

Reunion de banqueros.

Cuentan que habia una vez, en una union de paises, una reunion de poderosos banqueros que, preocupados porque sus ciudadanos comunitarios estuvieran al borde de la quiebra, del hambre y los desastres sociales tipicos de una depresión económica desastrosa, (con desórdenes y manifestaciones violentas de todo tipo y la mayoría de la gente al borde la pobreza extrema, así como millones de sintechos que comenzaban a morirse de frío por las noches), cuentan, digo, que los banqueros, muy preocupados por esta situación tan amenazante de sus riquezas, decidieron hacer una reclamacion a la union de países para pedir prestados unos cuantos milloncejos de más, -además de los que ya habian pedido en anteriores ocasiones-, para gastos de hipotecas y demás, para dar al pueblo de la unión créditos y que esto generara empresas, empleo, y las gentes que morían en las calles congeladas pudieran por lo menos tener un techo. Puesto que de momento no podían extender más créditos, por la crisis tan espantosa que estaban viviendo.

Cuando la union de países descubrió al cabo de un cierto tiempo que los milloncejos se los habían trincado los banqueros en su propio beneficio, para sumar intereses en sus bancos creando bonos de deuda pública, y que de lo de los creditos y los empleos nanae de la China, el pueblo comenzó a protestar y desesperarse.

Los gobiernos de la unión se quedaron de pasta de boniato, y el pueblo, echándose a la calle, pues no tenia nada que perder, se lio a pedradas contra todo, y entonces los banqueros se acoquinaron mucho. Algunos de ellos dijeron en la reunion de banqueros que si no recibían más milloncejos de la union, ellos no podrían mantener el volumen de negocios, y que sus bancos se resentirían, y que tal vez se irían a la quiebra.

A lo que enseguida los demás banqueros se unieron al unísono a sus protestas. Pero los representantes de los ciudadanos de la union dijeron que se fueran a la quiebra y a otro sitio, si hiciera falta, pero que soltaran los milloncejos que habían robado.

Los banqueros, ante semejante muestra de hostilidad se acoquinaron mucho, y uno incluso tuvo que ir a hacer de vientre al lavabo urgentemente, porque se lo hacía encima. Uno de ellos dijo que si no les daban más milloncejos, los estados de la unión, ellos no podrían mantener su nivel de vida.

-¿Y toda la gente que está pasando hambre, frío y penalidades en la calle, sin techo donde dormir ni nada que llevarse a la boca?, -preguntó un representante ciudadano-. Con uno sólo de los milloncejos que habéis robado habría para darles mantas y caldos, sopas y comida caliente.

Pero el banquero, al pensar en sus mansiones, que tenía que mantener, sus criados, sus lobbys y demás tinglados que formaban un rascacielo de dinero tan grande como la montaña del Kilimanjaro, gritó desesperado y sin darse cuenta:

-¡No, mis milloncejos y mis intereses y mis bonos que no me los quiten, que se los quiten a este otro banco de aquí, que el mío ya está en quiebra! -mintió.

Y en esto que los demás banqueros allá reunidos, alarmados, de pronto y sorprendentemente lucieron unos colmillos sangrientos de por lo menos un palmo. Ipso facto lo atacaron a la yugular, y le chuparon toda la sangre.

Al poco tiempo llegaron los medios de la prensa rosa y muy compungidos difundieron la triste noticia de que los vampiros habían vuelto a atacar. Pero ni rastro de ellos.

Fernando Gracia Ortuño

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