Encendido por el orujo del desayuno, las habituales regañinas por llegar tarde no le sentaron nada bien... Comenzó primero a gritar, insultando, luego a amenazar... Finalmente la jornada laboral del zángano concluyó en los calabozos de los mossos con la cara hecha un cisco.
Fernando Gracia Ortuño
Fernando Gracia Ortuño
OcioZero
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