jueves, 15 de noviembre de 2012

Hipocondríaco

   Dice el médico que soy hipocondríaco. ¡Qué sabrá él! Lo que pasa es que estoy enfermo del corazón, yo lo sé mejor que nadie este hecho. ¿Así que qué sabrán los psicólogos de cardiología? ¿Eh? ¡Díganmelo! Recuerdo que a los diez y ocho años me dio un mareo por la autopista, con el calor que hacía, y lo supe desde ese preciso momento. Uno siempre es su mejor médico, como decía mi padre. Italia acababa de ganar el mundial, y yo iba saludando los coches por la autopista cuando hacían sonar sus cláxones al pasar junto a mí, pero ninguno paraba para recogerme. Fue como hacer la mili. Pero al final llegué a mi destino, a Málaga, a más de mil kilómetros de distancia.
   Hace tantos años de todo aquello. Ahora sé que en cualquier momento me puede volver a dar aquél mareo inicial de mi enfermedad. Aunque no sea del corazón propiamente, este colesterol tiene también sus colapsos mentales en forma de ictus que sé que en cualquier momento también me puede dar. Pero lo peor son las enfermedades respiratorias. Por eso no salgo de casa y he perdido el trabajo. A lo mejor es una tontería, pero más vale prevenir que curar.
   Estoy en estos precisos momentos tratando de levantarme del lavabo, me está dando otro ataque, lo sé, puedo predecir los síntomas. No sé si es un ictus o un ataque al corazón, pero estoy siendo paralizado por un colapso producido en los vasos sanguíneos y moriré en breve, sin acabar de recitar mi poema favorito de Bukowsky. Pero me han dicho que es un buen truco, recitar, recitar, hasta el fin, es la única manera de pararlo, por dios: “La carne cubre el hueso y dentro le ponen un cerebro, y a veces un alma”. No puedo seguir recitándolo. Me quisiera levantar, pero voy a morir ahora, lo sé, poner música dance, una discoteca, eso quisiera antes de…, y por favor, que no venga mi novia y me encuentre en el lavabo así…, me subiré los pantalones, tengo que hacerlo tengo que conseguirlo, por dios, es lo único que le pido a esta muerte que se acerca, antes de sea… pero ya oigo el timbre, no, es ella: ¡nooo! A pesar de todo, sigo vivo, ahora encima se está cachondeando de mí, ya se me ha pasado, y ella sigue allí en el sofá, hojeando su revista “Hola” del año 82, justo cuando el mundial. ¡Qué casualidad!

Fernando Gracia Ortuño

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2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, Fernando. A veces un relato corto expresa mucho más que una novela. Un saludo.

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  2. Hola, Rafael. A veces un relatito escrito en un momento da más que pensar, son las ventajas del relato con respecto a la novela.

    Un saludo

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