Pensó que el amor sería el sortilegio infalible para aquellos cuyas verdaderas pulsiones desconocía, hasta que una tarde de abril, como pudiera bien ser de noviembre, le abrieron su corazón, oculto en las tinieblas más recónditas del infernal antro rocoso, y podrido, sangrante, de un zombie.
Fernando Gracia Ortuño
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