En el mugriento vagón cabían más de mil personas apelotonadas, sin apenas espacio para respirar. El olor, el calor y la incomodidad se hacían insoportables. Aún así, la chica pidió bajar para arreglarse las uñas y maquillarse los ojos.
Fernando Gracia Ortuño
Copyright
No hay comentarios:
Publicar un comentario